Me marcho a la marcha

Hablando del Orinoco


Las marchas están de moda. Perderse en un maremágnum de gente y comulgar con el otro hasta construir una masa amorfa que encuentra un patrón de identidad en el grito primario de gargantas cansadas y raspadas. El ejercicio de la democracia, el poder del pueblo, la voz de los que no tienen voz, la unión de miles que comparte el mismo ideal y que buscan la ansiada igualdad, el freno a la discriminación y la justicia social. Es el sueño de Bono hecho realidad.

A tal punto ha calado este tema que ya tengo mi agenda plagada de invitaciones para las siguientes movilizaciones:

Recuerdo todavía con cierta nostalgia aquella primera movilización que convocó a 15 mil estudiantes, profesores y personas en general un 5 de junio de 1997. En aquella oportunidad  fue contra Alberto Fujimori, quien decidió destituir a los tres miembros del tribunal Constitucional que se opusieron a sus vergonzosas maniobras de reelección. Y lo recuerdo porque vi la marcha en televisión, no porque haya participado en ella. Es que me gana el espíritu nihilista e individualista que inundó los cascarones vacíos de una generación – la mía– que, afortunadamente, no tuvo nada en qué creer porque quienes nos antecedieron derrumbaron todas las ideologías, declararon el fin de la historia y nos hicieron el más grande de los favores: nos formaron en la incredulidad. Hasta ahora.

Porque si algo ha demostrado hace algunas semanas la Marcha por la Igualdad, en la que también participaron miles de personas, es lo siguiente: formar parte de esta masa humana es cool. Sumémosle el selfie de rigor, el tweet lleno de rabia poética, el hashtag creativo, el post inmediatista y tendremos la receta perfecta para lograr los tan ansiados 15 minutos de fama que buscaba Andy Warhol (aunque en estos tiempos de post postmodernismo deberíamos hablar más bien de 15 segundos).

Por eso, amigos míos, ¡yo estoy con ustedes! Unámonos a las marchas, salgamos a horas tempranas y regresemos a casa cuando estemos macerados en alcohol y hayamos pasado por cuanto hueco con piso de aserrín encontremos en el camino. ¡Marchemos por los 12 bares en una sola noche hasta el fin del mundo, como en la película The world’s end, de Edgar Wright! ¡Hagamos de Lima la ciudad que nos merecemos! Si en Madrid existe la marcha madrileña, ¿por qué no podemos tener en nuestra capital la “marcha limeña”?… Ah, ¿cómo?… ¿No estábamos hablando de esas marchas?

© Apéndice de Bork. 2014

2 thoughts on “Me marcho a la marcha

  1. ajajajajaaj César, me has hecho reír !!! Estoy segura que fuiste a la marcha contra Fujimori. Bonito artículo!

  2. Que buena…yo también fui a la marcha en contra de Fujimori!! Pero también es cierto que todo lo que antes ha pasado…nos ha vuelto totalmente incrédulos…y hasta cierto punto, alérgicos!! Salud por eso! Perdón, quiZe decir, marchemos por eso!!!

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